viernes, 29 de noviembre de 2013

Vendrán días....

De esos días en los que incluso trabajar te hace sentir bien y que merece la pena lo que estás haciendo, por aquello por lo que te encuentras separado de hogar, familia y amigos. Sólo en mitad de mares y océanos...
Te encuentras con tantas fuerzas que además, eres capaz de ir al gimnasio y hacer ejercicio, escuchando las melodías de Dream Theater, para intentar eliminar o hacer desaparecer los resultados dañinos para tu cuerpo y para tu imagen de tantos meses con pastillas para tu dolor, no para el dolor ajeno...
No paras ahí, limpias y recoges todo, harto de vivir entre polvo, buscando crear un nuevo hábitat...ya que estamos aquí, por qué no hacerlo un poco mejor...
Te duchas escuchando a los grandes Pink Floyd, nada puede pararte. Y mientras el agua cae por tu cuerpo te da por volver a los pensamientos cíclicos en los que imaginas que la vida merece la pena. A pesar de que estas sensaciones aparecen uno de cada cien días.
Hoy tocaba jugar la final de dominó, la final de uno de los muchos campeonatos que se hacen a bordo para simular la intención de hacer más llevaderos todos estos días de tránsito. Después de haber perdido al mus, la racha siguió acorde con el día y a pesar de haber perdido la primera, conseguimos remontar y llevarnos la victoria. En unos días, con una barbacoa por el medio, nos entregarán unos pequeños premios para recordar el hecho...en fin...
Después nos sentaremos a que nos de la brisa del mar, disfrutando de dejar la mirada perdida en la oscuridad iluminada de las estrellas, soñando con lo que tengo tan lejos y quiero tanto.
Por desgracia esos días tienen las horas contadas...pero esta vez comenzaremos la cuenta atrás, ya solamente quedan 22, mi número.

lunes, 28 de octubre de 2013

La vida tiene de todo...

...dice mi gran amiga intentando animarme. Respira hondo, hincha bien el pecho y échalo fuera, a veces viene bien llorar y descargar así...Si se imaginara (aunque una idea tiene), la de ocasiones a lo largo de mi vida en que he engañado mis sentidos de esa manera, siguiendo hacia adelante, hasta el próximo golpe de esta vida...
Aquella noche me llevé mi primer disgusto después de haberme sacado el carnet de conducir. Mi padre, con una lógica y unos miedos, que a mi, por aquel entonces, ni se me pasaban por la cabeza, no me dejaba el coche para acercarme a Benavides a tomar algo con los amigos. La perreta fue de órdago y me refugié en mi habitación para llorar con libertad, maldiciendo todo lo que se agolpaba en mi mente. Se acercó mi abuela y se arrodilló a mi lado, abrazándome y llorando tan desconsolada por verme así, como lo estaba yo.
Mi abuela, siempre a nuestro lado. Siempre a mi lado. Madre de 11 hijos, aunque siempre fui considerado el número 12. Se levantaba más pronto que nadie y se acostaba siempre la última. En una casa de un pequeño pueblo de la meseta leonesa, donde tenías que trabajar de sol a sol para poder sacar adelante a tu familia y poder llevarles a tus hijos un pedazo de pan a la boca. Y todo eso para no salir nunca de pobres.
A pesar de todo ello, siempre tuvo una sonrisa y tiempo para todos y cada uno de nosotros, incluso para todos sus amigos, vecinos y familia.
Tiempo para hacerme los postres que me gustaban, tiempo para remendar y arreglar mis pantalones, tiempo para escucharme, tiempo para sonreírme, tiempo para darme el cariño que te ayuda a crecer feliz.
Tiempo para cantar en misa, para acudir al Rosario, o portar a la Virgen en las procesiones del pueblo.
Tiempo para jugar a la brisca y ser una de las mejores.
Cuántas veces quería jugar conmigo ilusionada y yo me iba al bar o a hacer otras cosas porque yo prefería jugar con los amigos a otros juegos y no a ese "de mujeres". Y nunca jamás se quejó...Ella siempre pensando en todos los demás antes que en ella misma.
Aquella tarde se cayó, no tenía tiempo para tantas cosas, quería abarcarlo todo y así iba con prisa a todos los lados. Resbaló en la cocina y suerte que estaba yo allí para ayudarla a levantarse. Lloraba la pobre y a mi se me rompía el alma. No era su primera caída y ya estaba tocada...Por aquel entonces comenzó su decadencia, rápida y veloz. Y su vida se nos escapaba de las manos más veloz que el agua.
No hay día que no la recuerde. No hay noche que no sueñe con ella. No hay semana que no me despierte entre lágrimas recordando lo que tenía y ya no tengo.
En ocasiones lo hago sin consuelo. Por suerte tengo algunos amigos que me ayudan, tengo una maravillosa familia...Pero me he perdido tantas cosas...siempre fuera...Quién me devuelve a mi todo eso?. Por qué no hay cursos cuando eres pequeño donde te enseñen a valorar lo que es realmente importante en esta vida. Por qué no hay algo que impida que te salgas de lo que merece la pena para que no tengas que llegar a estos puntos en los que echas de menos tantas cosas que podían y tenían que haber sido de otra manera y que finalmente no son.
Por qué enmascaramos nuestras emociones y engañamos a nuestros sentidos creyendo en algo que nunca ha estado ahí...y que ni se le espera...
Ahora, ella se pasa los días tendida en una cama, perfectamente cuidada, pero con su mirada seca, triste, perdida...
Esa mirada que se iluminaba cuando llegaba a Quintanilla, esa sonrisa que me daba calor y cobijo cada unos de los días de mi vida...
Esa mirada que se centraba en todo y en todos y que no perdía detalle...
Tantos días rehúyo acercarme allí...por no verla así...valiente idiota. Quiero recordarla como era, así me engaño a mi mismo. Siento no poder ayudar mejor a mi Madre y Tía en estos momentos...pero realmente es como una medida de seguridad para sobrevivir...
La última vez huí prácticamente para ocultar mis lágrimas pues me iba para Australia para casi cinco meses y te puedes imaginar las cosas que se me pasaban por la cabeza...
Nunca le dije que la quería, como no se lo he dicho a mi Abuelo o a mis Padres...aunque lo sienta. Soy tan tonto que me da vergüenza.
Yo tengo 42 años y no he hecho más que construir valles de lágrimas...para mi y para los demás... Te aseguro que no es aconsejable.
Carpe diem, disfrutad de los vuestros y no dejéis escapar la oportunidad de hacerlo cada día. 
Abuelita, te quiero.

viernes, 11 de octubre de 2013

Giros inesperadamente equivocados.

El insomnio trae recuerdos con una insoportable firmeza. Llegan arrasando y destrozando los débiles diques que, con mucho tiempo y esfuerzo, soy capaz de construir en mi cabeza. La vida pasa inexorablemente y las profecías toman fuerza a cada paso, demostrando que, de alguna manera, no me equivocaba al temerlas...
Me pregunto tantas veces por qué...cómo he podido llegar hasta donde  he llegado, si me lo merezco...si no tiene remedio...
Las malas noticias se agolpan y se lanzan cual tsunamis contra esos maltrechos diques flotando en las lágrimas de mi tristeza y soledad...
Toda una vida desperdiciada...llena de días sin sentido...de giros inesperadamente equivocados...cual carretera de la muerte...

Y hasta tú me has fallado.